lunes, 21 de julio de 2014

Continuidad y discontinuidad en el quehacer docente

Objetivo: Valorar y reconocer la importancia de una formación y actualización permanente en el profesorado, principalmente en el nivel de la educación superior.

El tema de la continuidad y discontinuidad en el quehacer docente nos lleva a conocer la realidad de la formación y actualización permanente del profesorado. Un proceso de continuidad en la formación que no debe ser visto únicamente como un agregado más a nuestro currículo, sino como un proceso que nos permite actualizarnos constantemente y así enfrentar con mayor seguridad  las exigencias de calidad que la sociedad actual exige.

Es importante comprender las repercusiones tan grandes que tiene la calidad o la falta de calidad con la que el docente forme a sus alumnos.  Nuestra sociedad exige personas competentes, integrales y capaces de enfrentarse a una realidad tan cambiante, pero para eso se necesitan profesores competentes, integrales y capaces de formar excelentes profesionales. Es por ello que a través de este breve contenido, ustedes podrán analizar y reflexionar críticamente sobre la necesidad de una permanente formación en todo el quehacer docente. 

Concepto:  (Continuidad - Discontinuidad)

◊ Continuidad. 
Entendido como el proceso de formacion integral y de actualizacion permanente del profesorado de la educacion superior.  
◊ Discontinuidad. 
Entendido como proceso a través del cual el docente entra  en acomodamiento o desfase de actualización y formación permanente. 

INTRODUCCIÓN.

Ofrecer Educación de Calidad constituye el desafío fundamental de las universidades de este siglo. La ciencia, la tecnología y el humanismo, orientan la tarea educativa hacia un proceso de formación integral que posibilita que el alumnado del nivel superior, participe activamente de los procesos de aprendizaje, con autonomía y con el compromiso consciente de ser los protagonistas de la construcción de sus propios perfiles profesionales. La actualización continua del profesorado nos permitirá lograr una educación activa y comprometida con la calidad. Los nuevos paradigmas plantean la actualización docente como una alternativa válida para alcanzar el éxito en la educación superior.
La Educación de calidad supone la adecuada formación del profesorado que orienta los procesos de enseñanza y aprendizaje. De la formación integral del profesorado depende que su enseñanza oriente a aprendizajes integrales. Es esencial que la enseñanza no se limite solamente a la mera transmisión de conocimientos y habilidades, sino además, al desarrollo de la dimensión humana del alumnado por medio de la vivencia de valores y la educación para la fe, la esperanza, la voluntad, el éxito, la competitividad, la proactividad, el emprendedurismo, la autoestima, la felicidad, una educación para la humanización. Enseñar a pensar y a actuar son procesos fundamentales en la formación de profesionales del nivel superior, pero es aún una formación incompleta. En la actualidad, una educación de calidad permite el desarrollo de la dimensión afectivo-volitiva que marca la diferencia entre un profesional con formación técnica y un profesional con formación integral. La formación técnica nos brinda esencialmente conocimientos y habilidades propias de la profesión, pero no siempre, un profesional con formación técnica es un profesional idóneo. La idoneidad supone tres componentes esenciales: la vocación, el dominio de la ciencia y la altura moral. Los educadores y educadoras de este siglo deben desarrollar la personalidad íntegra del educando, brindándoles espacios de reflexión sobre sus metaspersonales, su perfil profesional, su compromiso con la sociedad y los desafíos que supone la práctica de la profesión.

Continuidad en el quehacer docente.

La necesidad que tiene la Universidad de responder con éxito a los desafíos que le presenta el entorno, de satisfacer a una sociedad cada vez más exigente, ha provocado que las instituciones educativas busquen la mejora de los actores y procesos que en ello se ven involucrados. Uno de estos actores es el profesor universitario, ya que el cumplimiento de las metas dependerá de ellos. Queda muy claro que una Universidad es, en parte, lo que son sus profesores. Invariablemente la calidad de la institución pasa por el desempeño de su personal docente, no se puede hablar de programas académicos de calidad sin contar con profesores con calidad. Pero más allá del aspecto cuantitativo y de cumplimiento de indicadores, es necesario que en las Universidades se analice y se discuta cualitativamente el comportamiento y desarrollo de los académicos.
 La formación del docente en el siglo XXI es un reto producto de la volatilidad de los nuevos desafíos y desarrollos que se experimentan en el mundo científico tecnológico. Es por eso que la capacitación de nuevos saberes y la adaptación a la tecnología es una forma estratégica que el docente de estos tiempos debe asumir como herramienta fundamental para absorver los cambios y transformaciones que se experimenta en el área educativa.
La tarea del profesor es tan compleja que exige el dominio de unas estrategias pedagógicas que faciliten su actuación didáctica. Por eso, el proceso de aprender a enseñar es necesario para comprender mejor la enseñanza y para disfrutar de ella. Es importante que los docentes que trabajan en las instituciones educativas en el siglo XXI realicen una juiciosa reflexión acerca de si sus capacidades pueden o no responder a las expectativas de las demandas de un sector heterogéneo y crítico que requiere de respuestas para describir y explicar la complejidad de esta nueva sociedad donde lo constante es el cambio. 
El docente universitario para el siglo XXI, como subraya el profesor colombiano Álvaro Recio, será un pedagogo-investigador con una honda formación humana y social, de modo que se convierta en agente de cambio de él mismo, de sus alumnos y de la comunidad donde la enseñanza se orientará, también, a que el alumno aprenda a trabajar, a investigar, a inventar, a crear y a no seguir memorizando teorías y hechos. Esta situación implica retos para el educador, primero que todo, el tener que encontrarse consigo mismo, y la necesidad de poseer herramientas teóricas, conceptuales y metodológicas que le permitan conocer a profundidad el medio y a sus educandos. Debe además, dominar el campo del conocimiento específico para ejecutar su profesión como educador y tener elementos que le permitan profundizarlos, aplicarlos y estar en permanente actualización. 
En ningún ámbito laboral se discute hoy la necesidad de la formación continua de sus profesionales, ni la necesidad de conformar y ejecutar un plan formativo. Los cambios que se están sucediendo en la Educación Superior, han reabierto, en este ámbito, viejas discusiones referentes a la conveniencia de desarrollar planes de formación para el profesorado a ella vinculado y al respecto de cuáles deben ser sus contenidos, estructura, etc. El profesorado universitario trabaja en la institución formativa de mayor nivel existente y, curiosamente en su inmensa mayoría, no se han formado para ejercer esa función, ya que han ingresado en este cuerpo docente después de formarse largamente en los contenidos propios de su área (con un expediente más o menos brillante que no garantiza ninguna competencia docente) en instituciones de formación superior y sin recibir ningún tipo de formación pedagógica, ya que mayoritariamente no han sentido esta necesidad formativa, ni la institución les ha exigido ninguna formación pedagógica previa al desarrollo de dicha función docente.

El docente universitario y el uso de las TIC.


      
El profesor universitario necesita crecer en diversas áreas y a través de diferentes medios y con distintos recursos. Las TICs hoy se han convertido en un arma de doble filo; por un lado, son un recurso que ayuda al profesor a progresar, tanto en la función investigadora como en la docente, descubriendo o diseñando nuevas metodologías de trabajo y, por otro, son un medio que le ayuda a estar siempre en continuo crecimiento. “La enseñanza –señala Martínez (2001, 197)- no puede quedar al margen de esta realidad tecnológica”. Para que las TICs entren a formar parte de la realidad diaria del docente universitario es necesario que éste sepa verlas, sentirlas y entenderlas como algo más que un frío recurso. Debe convertirlas en parte de su vida profesional; para ello, los procesos de formación continua se convierten, quizás, en la herramienta clave de esta relación, se debe producir, lo que Watson (2001) definió como una catarsis para el cambio.
La incorporación de las TICs en el mundo docente universitario supone, por parte de éste, una redefinición de sus funciones. Blázquez, ya en 2001, señalaba las nuevas funciones, a desarrollar una vez que se ha decidido incorporar las tecnologías a la vida profesional, siendo las siguientes: “despertar el sentido crítico, acerca de las TIC, relativizar el poder las TIC, utilizar los recursos técnicos como elementos de expresión creadora, enseñar a ‘leer’ y expresarse en los lenguajes y códigos que utilizan, usar los medios en los centros de modo ordinario, investigar interdisciplinariamente sobre las TIC, sintetizar los saberes desorganizados de los alumnos provenientes de las TIC, adoptar los centros a las exigencias de las TIC” (24). Pero, para poder desarrollar en plenitud todas ellas es necesario que el profesor reciba una formación encuadrada dentro de los planes formativos que, desde el inicio del proceso de convergencia, se están llevando a cabo en la mayoría de las Universidades. Estos planes de formación deben ir más allá del mero planteamiento de conocimientos (contenidos) y estrategias y su posterior “asimilación”; suponen la implicación tanto de unos (los docentes) como de otros (responsables de los programas de formación docente universitaria), con el fin último de la superación de las lagunas, la puesta en práctica de estrategias nacidas de las necesidades sentidas, expresadas o no, el desarrollo y diseño de modelos de auto aprendizaje. Si facilitamos el desarrollo profesional del docente universitario, debemos comprender el proceso por el cual los profesores crecen profesionalmente y las condiciones que suponen y promueven el crecimiento.

Discontinuidad en el quehacer docente


   
Análisis de la formación y la actualización del docente universitario en el marco de su desarrollo profesional.  En el marco de la formación del docente universitario, se concibe al profesor como un experto en pleno ejercicio profesional y por tanto las acciones formativas en las cuales participa, apuntan a su desarrollo profesional”. Estas acciones formativas se identifican – entre otras- como programas de perfeccionamiento, formación continua, formación en servicio, actualización docente, formación permanente del profesorado, etc. Sin embargo la expresión “desarrollo profesional” alude a un concepto global que subsume todas aquellas acciones orientadas al crecimiento y mejora de la calidad docente, investigadora y de gestión (las funciones principales del profesor universitario) para dar respuesta a las necesidades tanto individuales como a las de la propia institución universitaria. Tal como expresa Medina (1998), el desarrollo profesional conduce a la construcción de la identidad profesional y la formación del docente universitario forma parte de ella. No obstante su importancia, ciertos obstáculos o problemas de índole institucional o del propio docente, dificultan la formación del profesor universitario.

Obstáculos institucionales

Entre los obstáculos institucionales podemos citar los siguientes:
- La universidad se está mercantilizando, por lo que todos los cambios van dirigidos en gran medida, a aspectos de tipo administrativo o técnico, con escasa incidencia en el desarrollo profesional del docente (Benedito, Ferrer y Ferreres, 1995).


- Hay una cierta insensibilidad administrativa con respecto a la calidad de la enseñanza, ya que ésta es poco rentable políticamente al no tener signos tan visibles como otros indicadores de éxito más fácilmente cuantificables (Santos, 1993).


- El sistema universitario tiende a favorecer más la investigación que la docencia, de esta forma las actividades pedagógicas tienden a relegarse a un segundo plano.



- La poca implicación de las autoridades académicas, sobre todo de los jefes de cátedras y de departamentos, en el proceso de desarrollo profesional de los docentes adscritos.

- Desarticulación y fragmentación de la formación docente con desigual calidad, pertinencia y nivel académico de las propuestas.



- La escasa implicación institucional de la universidad en la formación pedagógica de sus profesionales, al no considerar esta formación como parte de sus prioridades.

Dificultades impuestas por los propios docentes

Entre las dificultades por parte de los propios docentes se encuentran:
- El individualismo y el aislamiento característico del docente universitario, inhiben el trabajo colectivo y la investigación compartida.


- La resistencia al cambio debido, entre otras cuestiones, a un enfoque de la enseñanza marcadamente transmisora y tradicional.


- La escasa motivación intrínseca y extrínseca del profesorado para su mejora docente.



La formación debe ser voluntaria, promovida por el convencimiento de la necesidad formativa y por consiguiente, debe surgir básicamente de la iniciativa del profesorado. La creación de un clima institucional positivo hacia la formación del profesorado a través de estrategias de sensibilización y motivación dirigidas a los docentes, favorece la valoración de la docencia universitaria.
La formación debe centrarse en la práctica profesional del docente universitario, desarrollar actitudes de reflexión y crítica respecto a su propia enseñanza y fomentar el carácter colegiado de la formación.

Algunos factores que obstaculizan la continuidad de la formación docente.

♦ Factor economico
♦ Acomodamiento 
♦ Falta de oportunidades

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