Objetivo: Analizar y reflexionar sobre la vida emocional del docente y las repercusiones que estas tienen en el desempeño de su labor.
Para el desarrollo de este contenido, es importante darnos cuenta que la vida cotidiana está llena de emociones y de las acciones que las expresan; lo que se hace en un día regular de actividades implica pasar por una gama muy variada de dichas expresiones emocionales. Es imposible desligar a la escuela del plano emocional. En cualquier nivel educativo las interacciones personales, los grupos y por supuesto los maestros, generan y viven emociones asociadas al proceso de aprendizaje.
El profesor utiliza la voz, la mímica, sus gestos, su lenguaje verbal y no verbal, para trasmitir información y motivar el aprendizaje. Se podría decir que para trasmitir los conocimientos a través del filtro de sus emociones. En el acto educativo, el profesor siente (caben aquí las emociones) que es aceptado, juzgado, amado, repudiado y mucho más en función de la respuesta que recibe de sus alumnos: si éstos le ponen atención o no, si atienden a su exposición y responden motivados a su labor de docente o si simplemente lo ignoran. Estos hechos despertarán de modo ineludible emociones.
Un profesor debe buscar el recurso de la neutralidad en la expresión de sus emociones frente al grupo. Con neutralidad se hace referencia a la expresión mesurada de las emociones del profesor, sin llegar a la explosión extrema de los efectos y sin ser rígido e inexpresivo.
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